Entrevista - Ana Bueno

Su vida para los otros

Comenzó en su casa compartiendo la merienda con los amiguitos de sus hijos. Hoy es la presidenta del merendero "Chicos Felices". Y la referente solidaria del barrio Sansouci.

Por Redacción Pilar a Diario 24 de abril de 2017 - 09:06

Por Juan Manuel Morales

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 Hace 15 años Ana Bueno llegó al barrio Sansouci de Presidente Derqui y encontró la forma de sentirse "feliz”, ayudando a los demás. Hoy es la presidenta del merendero "Chicos Felices” donde asisten más de 150 personas a diario y es la referente solidaria de todos sus vecinos.

A los 38 años mantiene sus sueño, tener en el barrio un jardín maternal para contener a los más chiquitos y volver a Misiones para ayudar a los chicos que viven en el medio de la nada: "acá hay necesidades, pero ahí sí que la gente está abandonada”, aseguró.

-¿Cómo comenzó este proyecto del merendero? 

- Llegamos a Derqui con mi marido (Gabriel Díaz) y mis dos hijos más grandes (Leandro que tenía 4 años y Tomás de 2) vinimos al medio de la nada, nuestra casilla era de cuatro chapas y telgopor, sin baño, sin luz y esto era todo campo, solo teníamos un tambo cerca. Fue pasando el tiempo y mis hijos iban a jugar a una canchita a unos 50 metros, yo desde el patio los veía y los llamaba a tomar la leche. Entonces notaba que sus amiguitos estaban todo el día ahí y les pregunté a mis hijos. ‘ellos no toman la leche como nosotros y dicen que comen una sola vez por día’ me dijo mi hijo.

Al otro día, cuando los llamé a tomar la leche, les dije que invitaran a sus amiguitos, esa tarde vinieron 5, al otro día 10 y el vamos a lo de Ana fue sumando chicos.

-¿Cuántos chicos llegaste a tener en tu casa tomando la leche?

- Como cien, empecé a amasar tortas fritas para darles y hacía 500 por día. Todo salía del bolsillo de mi marido, que llegaba de trabajar y se sentaba a mirar dibujitos con todos los chicos alrededor.

-¿Cómo lograron sostenerlo y tener ayuda externa?

- Él (por Gabriel) me decía, Ana y ahora qué vamos a hacer, un día tenemos y si otro día no. Pero seguimos y nos donaron un horno de barro y empecé a amasar pan casero. Hasta que llevé a Tomás a la escuelita de fútbol y le enseñaba Walter Britos (experiodista de El Diario) yo llevaba pan y tortas fritas y me dijo ‘que rico, como amasas’ y le dije que amasaba un montón todos los días para darle a los chicos y se interesó y me hizo la primera nota para El Diario. Con esa nota empezaron a acercarse muchos a ayudar. El primero fue Julio Blanco, un abogado que cayó con El Diario en la mano y vio a todos los chicos sentados en tronquitos que mi marido había cortado para hacer banquitos, tomando matecocido y al otro día nos trajo 50 baquetas de madera que compró y todavía las tenemos.

-¿Qué fue lo que encontraste en abrir las puertas de tu casa para los chicos del barrio?

- Felicidad, yo estaba muy triste, extrañaba a mi familia que está en misiones, mi marido trabajaba todo el día y yo en medio de la nada donde no podía ni salir a colgar la ropa porque me corrían las vacas, los gansos, las cabras y ayudar me ayudó a salir adelante. Yo terminaba el día cansada pero feliz, estaba contenta de tener a los chicos que me demostraban agradecimiento, me abrazaban y me daban besos (Ana se emocionó relatando su satisfacción y no pudo contener las lágrimas) eso encontré.

Soy la más chica de mi familia, yo me crie en un comedor, no la pasé muy bien en la infancia, había mucha pobreza y sé lo que es tener necesidades.

-¿Cómo siguió la historia del merendero para llegar a ser Chicos Felices?

- Cada vez más gente se acercó a ayudar y formamos una comisión, se hizo el primer encuentro de autos de colección en Derqui y juntamos fondos para construir el merendero, que seguía siendo en mi casa. Pero cuando lo consulté a Julio Blanco sobre qué pasaba si yo un día me quería volver a Misiones y me dijo, ‘cada ladrillo que se pone en tu casa es tuyo’ y mi marido me dijo ‘no, yo no quiero nada que no salga de nuestro esfuerzo’, entonces hablé con la comisión y decidimos comprar un terreno, para que esto sea del barrio y de los chicos, no mío.

-¿Sentís que recibís una devolución por todo lo que haces?

- Sí la devolución es el agradecimiento de los chicos que hoy los más grandes siguen conmigo, hay chicas que ya son mamás y que vienen a ayudar, los varones también. Eso nos llena de alegría, todos me dicen ‘vos ayudas a todo el mundo y a vos nadie te ayuda’, la verdad que con mi marido estamos bien, sabemos que tenemos necesidades, mi casa se llueve, el autito con el que vamos a buscar las donaciones todas las mañanas hay días que arranca y otros no, pero él siempre me dice que es el que trabaja y el que tiene que solucionarlo y cada vez que pasa algo en casa dice ‘ya vamos a salir Ana’.

 

Referente

El listado de gente que se acerca a ayudar al merendero es interminable y Ana no se olvida de nadie y se muestra agradecida por cada donación, cada gesto y todo lo que la gente da.

-"Acá todos son bienvenidos y tienen las puertas abiertas, eso sí no permitimos que ninguno traiga banderías políticas, el que quiere venir a ayudar, traer una actividad para hacer o donación es bien recibido, pero la única bandera que tenemos en el merendero es la Argentina y todos respetan mucho eso”, aseguró la mujer.

-¿Hoy es más que solo la merienda?

- Sí, porque ahora tenemos una comisión con personería jurídica y trabajamos como grupo de amigos, para sacar a los chicos de la calle y darles herramientas, hay talleres de tejido, guitarra, costura, charlas para el cuidado personal, con mucha gente que hace todo de corazón.

-¿Te sentís una referente del barrio?

- No sé si una referente, pero la gente me viene a pedir y me dice ‘yo sé que vos me lo vas a conseguir’. Últimamente veo que hay mucha gente sin trabajo y mucha falta de comida en las casas, hay familias enteras, abuelos que vienen al merendero. Una señora me vino a pedir un medicamento para su hijo que tiene asma y que le sale 750 pesos y el marido se quedó sin trabajo, una abuela necesitaba unos lentes porque no ve y no se los puede comprar, otra mujer que no tenía la plata para unas inyecciones y por suerte yo les pude conseguir eso a través de gente que nos ayuda y estamos pensando en hacer algo para los abuelos que son muchos y cada vez tienen más necesidades.

-¿Cuántos chicos van al merendero hoy?

- Estamos haciendo un censo nuevo, porque son muchos los chicos anotados, son más de 120, hasta nos quedamos sin planillas y hubo que ir a sacar fotocopias y eso no nos había pasado nunca. Pero además se quedan a las mamás y los abuelos, más de 150 personas. La olla más grande que hacíamos de leche ya no nos alcanza. Y los viernes que hacemos la cena tenemos que hacer mucha más comida.

-¿Cuál es tu sueño?

Lo que más quiero es poder lograr un jardín materno acá en el barrio para tener a los chicos más chiquitos, cuidarlos, contenerlos y darles de comer. Creo que es muy necesaria para los chicos la contención. Y además quiero ir a Misiones ya de viejita al medio del monte a llevarles a los chicos que viven allá, donde solo podes entrar a caballo o con carros tirados por bueyes, porque acá hay necesidades, pero allá sí que la gente está abandonada y sin nada.

Frases

"Un abrazo y un beso de los chicos que te agradecen me pone feliz”

"Este año veo mucha necesidad y falta de alimentos en las casas, ya la olla grande que tenemos no nos alcanza”

"La gente nos ayuda todos los días con donaciones y para que los chicos tengan lo que necesitan”

Familia

Ana Bueno divide sus días entre el merendero y su familia que está  constituida por Gabriel Díaz (esposo) y sus hijos Leandro (19), Tomás (16), Rodrigo (10), Iván (8) y Martina (3). 

Festejos

Durante los años del merendero en su casa, Ana festejaba cumpleaños de los chicos e incluso ayudó para que las chicas tengan sus fiestas de 15, Pascuas, Día del Niño y Navidad, siempre con ayuda de comerciantes y vecinos.

Ayudar

Chicos Felices está ubicado en el barrio Sansouci, sobre la calle España y 169, en el fondo del barrio, donde para muchos "es muy difícil llegar”. Si querés ayudar o llevar donaciones, las puertas están abiertas.

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