OCTUBREANDO: El hombre gris

por Horacio Pettinicchi
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8 de noviembre de 2011 - 00:00

 

Si bien había nacido a la vida en la Vía di Borgo San Nicolás número 25 de Parma en el año de 1910, ingresó a la mitología porteña como Julián Centeya, homónimo de la milonga de su autoría a la que musicalizó José Canet y ese día dejó de ser para siempre Amleto Enrique Vergiati, Amleto por Hamlet, le gustaba aclarar.

Su padre, de confesión anarquista, se vio obligado a huir de Italia en 1912 ante el avance del fascismo, afincándose en Buenos Aires, luego de una corta estadía en Córdoba.

Habitué de Boedo como no podía ser de otra manera, caminó Buenos Aires junto a Cátulo, Homero y César Tiempo, escribiendo como pocos la lunfardía de Buenos Aires.

“El recuerdo de la enfermería de Jaime” fue su primer trabajo, poemario a la que siguió   “La musa mistonga”. En la temática tanguera, sus obras más conocidas fueron “Claudinette” con Enrique Delfino, “La vi llegar” y “Lluvia de abril” con Enrique Francini, “Lison” con Ranieri, “Más allá de mi rencor” con Lucio Demare, y “Felicita” con Hugo del Carril. En su única novela, “El vaciadero” (1971), mostró la cruda realidad de los marginados, de los “quemeros” del Bajo Flores. Amleto se nos fue una “cheno” de descuido, un 26 de julio de 1974...

 

 

Atorro

Encanutao en la última pilcha,

negao a todo, piantao de mi,

en la pinchada que da el atorro

como de nada, puesto en el forro

del jonca‘e pino me iré de aquí.

¡Linda sbrufata la de mi vida!

Me puso chanta mamá miseria

si todo ha sido una piojería

no se dió una... siempre en la vía.

Pa mi cincharla fue cosa seria.

sobre mi llaga pasé la lengua

cuando la chanta se tomó el piro,

 y en la mentira de otra  salvada

me jugué el todo, quedé sin nada...

¡Si es de milagro creé, que respiro!

No tuve un llanto que me llorara

 y no habrá un llanto cuando finisca,

Solari y Rossi voy de zarpada

y, cuando se haga, no habrá mancada

que otro baraje para otra brisca.

Algún gomía de esos que quedan

rante y polenta como Barquina

batirá el justo de la pulpeta

y acaso cuente que fui un poeta

dueño del mundo que da la esquina

y que no tuve más berretines que los comunes,

que fui sencillo, hecho a ternuras,

solo en la lleca, con horizontes que me dio el feca,

sin otra cosa que un cuore grillo.

No quiero nada. No se escapelen. Paz de lamentos.

Si me voy piola... En el finirla está la salvada...

se va conmigo mi alma cansada

que hace diez siglos no quiere lola. 

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