Apuntes desde la otra vereda: El fantástico Sr. Zorro

por Hernán Deluca

7 de julio de 2010 - 00:00

 

 

Con su conocido pesimismo, Charles Bukowski escribió: “Creo que la mayoría de la gente ve demasiadas películas. Y los críticos, desde luego. Cuando dicen que una película es muy buena, quieren decir que lo es en relación con las demás películas que han visto. Han perdido la perspectiva. Cada vez los golpean más y más películas. Ya no disciernen, se han perdido en la maraña. Han olvidado lo que realmente apesta, que es casi todo lo que ven”.

Humildemente, agrego: en esa maraña, vagan muchos espectadores indefensos.

Mis últimos fracasos como espectador de cine han provocado que, desde hace unos días, aquella idea, firmada por el otrora escritor maldito, resuene en mi cabeza con la insistencia de una vuvuzela. No lo sé, tal vez sea esa actitud provocadora que tiene la crítica especializada por querer ser más snob que los snobs o, en un sentido contrario, colaborar con el distribuidor amigo, promocionándole el cine de cabotaje que importa, pongámosle, desde Rumania. Lo cierto es que, por culpa de esos intereses, me clavé bastante. Y me cansé.

Lo mejor que puedo hacer, apelando, justamente, a mi reciente experiencia, es no darles bola. Dejarme llevar por el instinto e insistir con ese director que tanto me gustó en su debut o acompañar a esa actriz que siempre me enamora cuando sonríe. En síntesis, hacer caso omiso a todos los suplementos de Espectáculos que andan por ahí para entregarme a aquello que yo mismo elijo. ¡Basta de sentirme estafado cuando la luz de la sala se enciende mientras los títulos finales desaparecen por el borde superior del cuadro!... Carajo.

De todas maneras, dar en la tecla, cuando es el espíritu inquieto el que olfatea la cartelera o las innumerables planillas de Excel que nos llegan con las novedades en DVD, es un trabajo arduo que sólo se logra afinando la mirada. Antes, habrá que clavarse con un bodrio o más. Eso sí, nunca nos adelantaremos a esa historia que toca las fibras más íntimas. Esas, llegan sin avisar.

Sin embargo, cuando eso sucede, les aseguro que no estamos ante una genialidad que es aceptada por todos. No. Sencillamente, nos encontramos frente a un film que alterará nuestro presente.

Y, precisamente, fue eso lo que sucedió este último fin de semana. Tanteando en un mar de títulos, me encontré con “El fantástico Sr. Zorro (2009)”, una joyita para niños grandes, o viceversa, de la que nadie me habló.

Por primera vez, Wes Anderson, el director de “Vida acuática” (2004) y “Viaje a Darjeeling” (2007) se le anima al cine infantil. Para recuperar un cuento del gran Roald Dahl (el autor de “Charlie y la fábrica de chocolate”, entre otros relatos) recurre al “cuadro por cuadro” más tradicional (técnicamente, stop motion). Brevemente, el Zorro, su mujer, su hijo y demás integrantes del reino animal se ven metidos en una gran aventura cuando el héroe (el Fox del título, con la voz más atorrante que nunca de George Clooney) decide comerse unas gallinas de más. Como consecuencia, todos son perseguidos por un trío de salvajes granjeros capitalistas.

En otras manos, esta película podría haber redundado en las edulcoradas historias de Disney o, lo que es peor, enfriarse en la exagerada  perfección de Pixar. Pero, bajo la batuta de Anderson, el film adquiere una inevitable pátina de excentricidad que la transforma en un objeto único.

Hay algo bellamente anacrónico en “El fantástico Sr. Zorro” que, sin descuidar a la poética de su autor (panorámicas multicolores, música retro, padres ausentes, etc.), logra transportarnos a ese preciso momento en que nos maravillábamos con una fábula narrada por mamá. Algo que no tiene precio.

Alejado de los usos y costumbres del cine de hoy, Wes Anderson, uno de los tantos directores que me conquistó con su debut, es el artífice de un inesperado film artesanal, tan anhelado como la sorpresa de sentirse respetado como espectador.

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