El desafío de volver a ser un lugar para vivir

por Tomás Llorente*

1 de junio de 2012 - 00:00

Cuando llegué a Manuel Alberti, hace 30 años, todavía tenía esa cosa bien de campo, de todos conocidos. No había transportes, yo tenía un auto y con otro seminarista llevábamos gente al hospital, al que hemos llevado también a muchas parturientas.

El colegio María Madre Nuestra, con 800 alumnos, estaba a punto de cerrarse porque no había forma de mantenerlo. Hoy tiene 2.300 alumnos. El primer intendente que se preocupó por Manuel Alberti fue Luiso Lagomarsino y después poco a poco se continuó.

Nunca pensé en quedarme tanto tiempo, siempre pensé en regresar a España, pero surgían nuevos proyectos y todo eso me ha llevado a quedarme. Lógicamente, todos los proyectos traen sus alegrías y sus dolores. La vida ha sido hecha así. Lo que quizás hoy pueda mirar con calma a mi edad es que Alberti se ha convertido ya en una localidad independiente.

Pero tengo que aclarar (y no por humilde, porque no lo soy), que yo soy uno de los que tuvieron la oportunidad de construir y mi cara ha sido visible, pero esto fue el resultado de un montón de protagonistas que han ido poniendo el hombro para que hoy Alberti sea diferente al que encontramos en ese entonces.

El crecimiento que tuvo Pilar hace 15 años significó más trabajo. La gente pudo empezar a hacerse sus casitas, a tener un terreno.

Manuel Alberti se benefició con el crecimiento de Pilar. La localidad se empezó a llenar porque toda la gente de trabajo encontró aquí un lugar propicio. Hay un montón de barrios, de countries y todo ese movimiento generó trabajo, y que mucha gente quisiera estar cerca de él. En ese aspecto hemos sido un pueblo favorecido: cuando en otros sitios se cerraban fábricas, aquí se abrían fuentes de trabajo.

La prueba está en los chicos que había a los que hay, en los jóvenes estudiantes y en que ya hoy están saliendo de Manuel Alberti los primeros profesionales. No nos olvidemos que no teníamos ningún profesional viviendo aquí y hoy ya tenemos hijos de nuestra gente, ya profesionales.

En el presente, lo veo muy preocupado, con mucha violencia. Para ser una localidad inmensa tiene una infraestructura mínima. Llama la atención cuando veo informes que ponen como signo de la pobreza el no tener cloacas, ni agua, ni gas. Manuel Alberti no tiene nada de cloacas. Los pozos están colapsados y la gente saca todo a la calle, lo que produce una contaminación continua. Un montón de gente no tiene gas. Tiene salas de primeros auxilios, pero es una localidad que tiene que tener una estructura grande. Hay asfaltos pero faltan muchísimos más todavía. No tenemos veredas.

El crecimiento de la localidad ha sorprendido incluso a los poderes civiles, y hemos quedado como lo último de Pilar. Además, faltarían más colegios, como una secundaria grande. Se ha hecho mucho pero falta muchísimo más.

En cuanto a la comunidad, en el fondo es muy nueva. Ninguna organización es muy fuerte; hay clubes, alguna entidad comercial, una junta vecinal, pero el vecino de Manuel Alberti se dedica a trabajar y casi no tiene tiempo. Yo creo que falta una identidad de pueblo. Como comunidad, creo que tenemos que tomar conciencia de que debemos querer a Manuel Alberti, hay que sentirse de Manuel Alberti.

En 15 años tengo la esperanza de que los que han estudiado, porque la mayoría de los profesionales busca no vivir aquí, encuentren en Manuel Alberti un lugar donde puedan vivir en paz. Un lugar donde no haya violencia.

Antiguamente se consideraba a Manuel Alberti la “Carlos Paz de Buenos Aires”, porque era lo más elevado que tenía la provincia. Me contaban doctores que a los pacientes con problemas respiratorios que no podían ir a Córdoba los mandaban a Manuel Alberti. Estaba llena de quintas y era el sueño de los que vivían en Capital poder pasar un fin de semana aquí.

Sueño con un pueblo con su agua corriente, con sus cloacas, con su gas, buenos colectivos, buenos músicos en las fiestas patronales, con una sala que ya sea prácticamente un hospital, una comisaría sin presos, una localidad con sus asfaltos y sus veredas arregladas, porque ya me tocará a mí ir en silla de ruedas.

 

*sacerdote de Manuel Alberti

 

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