por C. L.
Los megáfonos, cada vez más insistentes, interrumpieron la siesta de aquella tarde de 1956. Como pocas veces, las horas de sueño forzoso lejos de los amigos trajeron una buena noticia y el disgusto de los adultos nada pudo hacer contra el entusiasmo que generó el sorpresivo anuncio.
Poco tiempo había pasado desde el estreno en la pantalla grande de una de las historias más fascinantes de la literatura, contada por los abuelos y recomendada por los maestros. Resultaba increíble, por lo tanto, que la ballena blanca protagonista del rodaje dirigido por John Huston se instalara a pocos metros de la plaza 12 de Octubre.
Efectivamente, días después del anuncio, la Moby Dick era recibida en Pilar con una pompa inusitada. Como si estuviera destinada a convertirse en un mito desde el instante que desembarcó en Pilar, su llegada estuvo acompañada por redoblantes y tambores que animaban su entrada al predio de la esquina de Belgrano e Independencia, donde actualmente funciona la Escuela 26.
El lugar elegido para la exhibición guardaba todavía algunos rastros del parque temático “Evita” que funcionó allí por cinco años. El espacio inaugurado en 1950 todavía es recordado por memoriosos vecinos de Pilar por la calidad de sus juegos infantiles y por las horas de diversión transcurridas allí dentro, hasta la fatídica Revolución Libertadora que lo dejó reducido a escombros.
Cuentan los testigos, que tradicionales familias radicales y conservadoras de Pilar participaron con sus propias manos de los destrozos y saqueos del parque temático. Y que los desmadres terminaron con el ensañamiento contra el busto de bronce de María Eva Duarte. Blanco de todas las burlas, la figura de la esposa de Perón fue arrastrada con cuerdas por todo el predio que llevaba su nombre.
¿La ballena asesina?
Los relatos que se tejen en torno a esta historia tienen ribetes por momentos novelescos. Recuerdos deformados a través de los años devuelven versiones encontradas y hasta contradictorias sobre las características del cetáceo. Los testimonios más exagerados, mezclados quizás con algún resabio bíblico, aseguran que los chicos enfervorizados se metían dentro del animal, una versión inconstatable pero útil para alimentar el mito de la Moby Dick.
Rastreando a los protagonistas de la historia llegamos hasta AMD, el dueño de una de las memorias más prodigiosas de Pilar, que entregado al relato vuelve a ser ese chico entusiasmado que participó con sus compañeros de la excursión a la ballena organizada por el colegio Nº 1.
“La trajeron en un semi de camión, que venía con un techo de lona. La ballena estaba a un nivel considerable del suelo y habían dejado como un pasillo para que todos pasemos a verla. Venía de hacer un raid por diferentes ciudades, incluso la exhibieron en la 9 de Julio. Me acuerdo que llegó un jueves y se habrá quedado hasta el domingo, aunque me parece que se la llevaron un poco antes porque ya empezaba a tener olor a descomposición”, relató el hombre.
Resulta por lo menos llamativo el detalle del olor teniendo en cuenta que la ballena -al menos así lo indican los relatos- estaba embalsamada. En cuanto a las características del animal, AMD aseguró que “era muy grande, habrá tenido cerca de 30 metros y la piel iba variando del gris al blanco”. Y añadió con picardía que “aunque no te dejaban, nosotros la tocábamos y le arrancábamos la piel, y cuando nos descubrieron nos sacaron de una patada en el c…”.
Los encargados de poner orden eran, según nuestra fuente, “prototipos de hombres de puerto, con gorros de lana, que alrededor del animal habían colocado cuadros con fotos que mostraban cómo la habían cazado”.
Reviviendo el clima que se vivía en las calles, AMD señaló que “por esos días todo el mundo te preguntaba si ibas a ver a la Moby Dick, estaban todos pendientes de eso, era un alboroto”.
A la hora de echar un poco de luz sobre el origen de la ballena que llegó a estos pagos, promocionada como la protagonista real de la película boom del momento, desde el primer instante esta versión fue rebatida por los más desconfiados.
“Muchos parroquianos decían ‘esta no es la Moby Dick, es una ballena cualunque que la trajeron para hacer plata’”, recordó AMD con una sonrisa, para agregar que “mi papá decía que era artificial, una goma inflada”.
“Yo sé que era de verdad pero… dudo que haya sido la original”, disparó antes de despedirse.
Algo de mito, mucho de verdad y una historia que todavía sigue rodando entre generaciones. Incrédulos aparte, un fin de semana Moby Dick pasó por Pilar.