Soy mano

Yo busco la palabra

Por Graciela Labale

Por Redacción Pilar a Diario 17 de noviembre de 2018 - 00:00

En días donde una avalancha de malas noticias no da respiro, cuánto cuesta encontrar la palabra, la palabra bella, la palabra que llegue hasta las entrañas, la que conmueva aunque sea para intentar que la vida sea un poco más vivible.
Miro a mi alrededor y sólo veo un pueblo silencioso, adormecido, que parece no dar cuenta de lo que sucede. Un pueblo deprimido, sin reacción ni cuando se aprueba  un presupuesto con destino de hambre, exclusión y muerte. Un pueblo que mira demasiado su ombligo, sin siquiera ver lo que le sucede al vecino. Un pueblo al que parecen no importarles los viejos a los que les falta todo, ni los niños que se amontonan en la mesa de un comedor comunitario, tampoco los que pasan horas en la guardia de un hospital que los atiende a medias por falta de recursos. Un pueblo sumido en un clima de violencia creciente donde casi está naturalizado que un vecino acuchille a otro por un partido de fútbol o un pibe muera ahogado por juntar pelotitas de golf para que los que tienen guita las compren más baratas, una vida que vale menos que una de esas pelotitas, donde por un roce de autos en la ruta muere un joven a manos de un asesino al volante y otro pelee por su vida, donde un tranza violento atemoriza a las familias de una localidad con complicidad policial comprobada, donde la violencia de género es moneda corriente y así podría seguir infinitamente.
Cuesta encontrar la palabra que abrace, que consuele, que abrigue, que despierte aunque sea una leve sonrisa. Siento una profunda pena, cuesta muchísimo abstraerse al dolor nuevo de cada día. Sigo en la búsqueda. Creo hoy más que nunca en el valor de la palabra, en juntarse alrededor de la palabra, acercarla a quien quiera escucharla, decirla en el justo momento en que haga falta. Hoy sólo quiero expresar: no ofrezcamos nuestro silencio como única respuesta, el silencio nunca es salud. Nos quieren callados y aislados, juntémonos con un buen mate ensillado, no hace falta más, miremos al otro y hablemos, busquemos la palabra silenciada, la palabra perdida, la palabra atragantada y si hace falta, gritémosla. Seguramente con esto no lograremos solucionar todos los problemas que nos atraviesan, ni mucho menos vamos a cambiar el mundo, pero si logran enmudecernos, la batallas, las múltiples batallas que hay que librar, estarán perdidas. 

Seguí leyendo

Dejá tu comentario

Te Puede Interesar