Soy mano

Costumbres argentas

Por Graciela Labale

Por Redacción Pilar a Diario 11 de noviembre de 2017 - 00:52

“Hermano de silencios, nostalgias y exilios. A solas, interpela, interroga, cuestiona. En compañía, teje redes y multiplica gestos. Es libre a la sombra de un añoso sauce pero sabe del encierro prisionero al que le presta sentido a ese tiempo sin sentido. Y es inefable en la interminable rueda del abrazo y la amistad.
A propósito… ¿dulce o amargo?”
El texto anterior es uno de mis primeros microrrelatos. Estoy recién iniciándome en el género, que si bien no es nuevo, ha tenido un gran auge en estas épocas de lecturas efectistas, rápidas, en tiempos de Twitter y Facebook tomados por tantos como fuente irrefutable y en muchos casos como únicos portadores de lectura. Tiempos raros, de lectores apurados. Con contundencia, en pocas palabras hay que describir lo esencial, transmitir un mensaje potente, contar una historia, mantener la intriga hasta el final o jugársela con un título fuerte. De eso se trata. 
Lo escribí hace unos cuantos días, mucho antes que estallara por esos medios, el caso de la cirujana tilinga, el mate, la Bristol, Nordelta y los bizcochitos de grasa. Pero ante esto, me pareció pertinente compartirlo.
¿Qué cosa, no? Mientras para algunos es el mate un compañero inobjetable, como lo es en mi caso, un rasgo bien argento, que nos distingue por donde quiera que vayamos y lo llevemos, para otros represente una vergüenza nacional, la falta de estética y todas las pavadas tantas veces repetidas por estos días. En realidad, desde lo personal poco me importa lo que diga esta señora, aunque duela pensar que haya muchos con ideas similares y que ese pensamiento sea representativo de un cierto sector de la sociedad. Lo verdaderamente importante para mí, y por suerte para muchos, es que ese mate tan vapuleado, no sea el único alimento con el que muchos se vayan a dormir cada noche. Y además, que estas “noticias” no sirvan para tapar lo legítimamente preocupante: el hambre urgente, los jubilados empobrecidos, la reforma en las leyes que protegen a los trabajadores, la salud pública precarizada, la Justicia cada vez más devaluada, la niñez abandonada, los jóvenes sin proyecto y una educación sin igualdad de posibilidades que profundiza las diferencias. 
A propósito… ¿con yuyitos o cascarita de naranja?
 

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