"Por cuatro días locos que vamos a vivir, por cuatro días locos te tenés que divertir”. Así comenzaba una canción que se escuchaba en mi infancia, hace muchos, muchos años. A pesar del tiempo transcurrido y de la coyuntura actual, intento que ese verso se haga realidad, aunque vengan degollando. No es fácil, pero hay que estar dispuesta. Por eso, sin dudarlo, meto un par de pilchas en un bolso y me uno a la propuesta de pasar unos días con hija y yerno en la eterna Villa Gesell. Sí, sí, la misma de La Jirafa Azul que está cumpliendo 50 años de vida, de las guitarreadas en El Pinar, del legítimo Carlitos y sus panqueques, de los campamentos amaneciendo en la playa, del olor a pinos en sus calles de arena, de la cercana Mar Azul, de la Tante Puppi al frente de las cabalgatas, de Carlos Barocela recorriendo los bares con sus canciones, de los artesanos y tanto más. Pero hoy es hoy y más allá de los recuerdos, hay que disfrutar de lo que el invierno y la edad permiten: caminatas solitarias por la orilla acompañada de un silencio sólo quebrado por el murmullo de las olas, las charlas y risas en familia, de Felipe (el caniche) contento como perro con dos colas, de las mateadas sin apuro, las ricas comidas y ese rato exclusivo, dedicado a pensar en poesía, particularmente en una de Laura Forchetti que viene a mi memoria en el momento justo y en el lugar exacto: